Una ola traviesa…que moja lo pies de mi princesa

Hay días, que la verdad, no se de que hablar, pero bueno, intentare sacar alguna cosa, e intentare que no sea nada relacionado con el accidente de tren de Santiago, porque ahora nos inundaran a informaciones, que si el tren no llevaba esto, que si el conductor hizo aquello, que si la fuerza centrifuga, que si el peso, que si la velocidad, que si esto, que si aquello, es mas seguro que alguna teoría conspiratoria saldrá por algún lado.

Así que yo no quiero unirme a la masa, y por respeto a las victimas y familiares, no hablare hoy de ello,

Hoy os hablare de algo mucho mas simple, y mucho mas agradable, os contare, como por la tarde, cogimos, y nos fuimos a la playa Mar, Carla y yo, armados de una toalla, el bañador, y unos cubos para hacer castillos, eso y una playa que a las 21:00 aun tenia unos últimos rayos de sol, y toneladas de arena para nosotros solos, una playa en que las olas, traviesas por naturaleza, mojan, o intentan mojar los pies de mi princesa.

Mi hija simplemente disfruto, se iba hasta la orilla, y cuando una ola traviesa, intentaba mojarle los pies, salía corriendo despavorida, gritando como una

loca y sobretodo, riendo como una bendita, un sonido, que debe de ser lo mas parecido al sonido que produce la felicidad, porque si la felicidad tiene sonido, seguro que se parece a las risas y gritos de los mas pequeños, y si no es así…debería.

Yo aproveche, para darme el primer baño del año en las aguas del mar mediterráneo, hasta ahora, todo lo bañado era en la piscina, así, que provoque a mi hija a que me tirara al agua, y lo hizo, porque cada besote grande que me tiraba desde la toalla, o desde la orilla me hacían pegar un salto hacia atrás, hasta evidentemente tirarme al agua, que por cierto, y para mi regocijo personal, estaba bastante fresquita (yo soy mas de agua fría, que de agua caliente, que en la caliente me coge complejo de fideo cocido…bueno de fideo delgado antes…ahora seria d fideo gordo…o macarrón que es mas gordo aun).

La verdad, el placer que ayer me produjo, jugar con la peque, remojarme los pies en agua fría, y hacer 4 castillitos de arena, fue insuperable.

También es cierto que a causa de mi entrada en el agua, el nivel del mediterráneo debió ascender no menos de 5 o 6 cm, porque la verdad en una foto, me he visto terriblemente gordo, pero es lo que hay, así que aparte de comer menos poco más puedo hacer.

Esta tarde cuando llegue de currar, igual me voy otro rato a la playa, con la peque, para ver si volvemos a disfrutar de ese ratito maravilloso, y si no quiere venir…igual me voy yo solo, porque al igual que a mi madre, Anna (por cierto es su santo y el de todas las Anas, así que si alguna Ana lee esto dese usted por felicitada y besuqueada) el sonido del mediterráneo, del agua del mar, de las olas, me relaja.

El sonido del mar, es como una mecedora, que te atrapa, y te adormece, es como una eterna canción de nana, que cuando te tumbas en la arena, te va poco a poco, captando, llevándote de la mano hacia una sensación de relax maravillosa, y cuando te levantas, el contacto con el agua, te llena de energía.

Yo alguna semana santa, que íbamos a la costa brava, me he llegado a bañar, vaya, es mas, cada año por semana santa, cuando subíamos a Cistella, y desde allí nos íbamos a Canyelles Petites en Roses, o a l’Almadrava también en Rosas, me pegaba un chapuzón, cayera como cayera la semana santa, el chapuzón por parte de  mi padre y de un servidor, era tradición, y supongo que para mi padre, oírme jugar, chillar y divertirme debía ser igual de relajante que para mi oír hacerlo a mi pequeño trasto.

La verdad, a mi la playa me gusta, es cansada, agota, pero me gusta, antiguamente, me pasaba no un rato, si no horas, horas y mas horas, llegábamos y nos chascábamos una jornada laboral (con horario partido) en la playa, llegaba con mis padres a primera hora, y casi diría, que muchas veces…recogíamos y cerrábamos la playa, así estaba que a mi durante años, la marca del bañador, se me veía durante todo el santo año.

Y si hago un mínimo esfuerzo, cuando estoy estresado, cierro un momento los ojos, y pienso en el sonido de las olas, rompiendo contra la orilla, y en ese sonido, se entremezclan otros, el de unos bañistas jugando a las palas, el de un chica que grita porque la han mojado, el de unos crios que corren por la playa, el sonido de una pala de plástico que levanta castillos que el mar acabara devorando, y si a eso le uno el sonido de los chillidos y risas de mi hija, quizás pueda decir que debe ser lo mas parecido al sonido de la felicidad.

Cuantas veces me he sentado, a las 8 o 9 de la tarde, a la orilla del mar, mirando al horizonte, viendo desde la cala donde estaba, la Badia de Roses, viendo al fondo, el perfil de las montañas, y sabiendo que enfrente de mi, esta l’Escala, y siempre deseando, que sea el día siguiente, para volver a la playa, para jugar con mi padre a la pelota, para nadar hasta la boya de Canyelles Petites, para tomarme un te helado, o una cerveza en el chiringuito…la verdad…creo que podría vivir toda la vida…haciendo eso, jugando, sentándome a la orilla del mar, disfrutando de una cerveza bien fría en el chiringuito, jugando y haciendo castillos con Carla.

En fin, ya queda menos para vacaciones, y menos para poder ir si queremos cada día a la playa, a disfrutar del Cabo de Gata, y de que Carla me tire agua, o me empuje a besitos hasta hacerme caer en el mediterráneo.