Como cada Septiembre, encuentro a faltar el ….

Hay cosas, que uno, con el tiempo, encuentra a faltar, y yo, cuando llega Septiembre, siempre, desde hace 4 años ya, encuentro a faltar una cosa, algo que cuando  llegaba, odiaba profundamente, pero que 4 años después, encuentro a faltar.

Ese algo que encuentro a faltar es la pretemporada, bueno en si lo que significaba la pretemporada, porque lo cierto es que el hacer físico, pues como no lo encuentro a faltar, pero si encuentro a faltar ese empezar a tocar balón, ese juntarse el equipo, ver quiénes son los nuevos fichajes, o si yo era el nuevo, ver a mis nuevos compañeros.

Encuentro a faltar esa sensación de salir del entreno, flotando, con las endorfinas a todo trapo, en modo sobredosis, que hacían que pillara el coche para irme a casa con una sensación especial, una mezcla de cansancio, dolor, placer y no sé qué más.

Una sensación que me hacía llegar a casa, y simplemente ser imposible ponerme a dormir, básicamente, porque el chute de endorfinas me lo impedía, la verdad, me retire viejo, con 38 tacos físicos, seguramente 18 mentales, y ahora con 42, sigo teniendo 18 mentales.

18 porque lo cierto es que yo empecé a jugar tarde, con 16 – 17 y cada pretemporada, yo ansiaba el balón, quería pasar el mal trago del físico, e ir a la pista, ir a ese lugar, donde entras, te mueves y oyes esos sonidos maravillosos.

Sonidos de bambas que chirrían contra el parquet, sonidos de balones que botan en la pista, el sonido del balón contra el tablero, el sonido de la red, cuando el balón entra, pero no son los únicos sonidos que encuentro a faltar, ese hablar en defensa, avisar un bloqueo, un tiro, gritar un MEVAAAAAAA (mía en catalán) al atrapar un rebote, el sonido del silbato dando inicio o final a un ejercicio.

Encuentro a faltar el competir, el jugar por ganar, el pegarme bajo el aro con mis compañeros y mis rivales, encuentro a faltar los golpes, los manotazos, las galletas que me daba con mis compañeros.

Encuentro a faltar el ir a jugar, el salto inicial, el salir a la pista, el jugar a baloncesto de una forma seria, encuentro a faltar el unir las manos tras un minuto o al inicio de un partido y gritar todos juntos.

Es septiembre, y cada septiembre, esa morriña, ese  gusanillo  por el basket, por las conversaciones en el vestuario, por los cachondeos, por  la cerveza al acabar el último entreno de la semana, por esas cenas de equipo, me viene, y la verdad…es algo que añoro.

Añoro el basket, añoro jugar, añoro “pegarme” bajo el aro, añoro esas sensaciones, y me gustaría volver 20 años atrás…o algunos más, y volver a jugar de verdad.

Pero hay una cosa, en concreto, que encuentro a faltar mucho, una sensación, una sensación que cuando volví a jugar tras una operación de un quiste sacro, recordé y fue maravillosa.

La sensación fue la de en un ejercicio, una trenza, pedir el ultimo balón, entrar al aro, coger la pelota botar, coger impulso, y colgarme del aro poniendo la cabeza a la altura del aro, y hacerlo con fuerza y potencia.

Es septiembre…y encuentro a faltar jugar al baloncesto (federado).