Un mate, un grito, un he vuelto

Hace muchos años, jugando en la Font Castellana tuve que parar de jugar unos meses por culpa de algo que yo creía que era un simple grano, un forúnculo y que resulto ser un quiste sacro, lo que yo creía será como petar un grano de pus, resulto ser una operación de la que me costo meses recuperarme.

Esos meses, sin poder jugar a baloncesto, se me hicieron duros, muy duros, iba a ver a mis compañeros, eso si, sin sentarme porque tenia un agujero enorme allí donde la espalda pierde su buen nombre.

Tras muchos meses, y aun con la herida sin cerrar del todo, me pudo la ansiedad, volvi a jugar antes de hora, pero simplemente lo necesitaba, no podía estar mucho tiempo sentado en el banco porque digamos que la cosa escocia un poco bastante pero me tiraba por los suelos del pabellón cuando no me tocaba estar en la pista.

De esa época recuerdo un dia, un entreno, para ser exactos un momento de un entreno, que para mi fue simplemente mágico, maravilloso, un momento de esos que se me quedo grabado en la mente, en la piel, que se me quedo grabado en mi yo interior.

Nos pusimos a hacer un ejercicio, unas trenzas, y empezamos a correr arriba y abajo, mientras el equipo femenino daba vueltas a la pista porque ellas empezaban en breve a entrenar.

En ese momento en una de las trenzas saco yo de fondo, la paso al lado y al sprint me recorro la pista por el lado izquierdo de la misma, un poco antes de la línea de tres recibo el balón en carrera, doy un bote a dos manos, encaro el aro y mis piernas se mueven solas, marcan los pasos, 1, 2…arriba, y ahí empieza la magia, en ese arriba

Ese arriba me eleva, y me eleva hasta la altura de un aro que se encuentra a 3.05 de altura, ese aro se acerca y yo tengo el balón, ese pequeño tesoro naranja en mis manos, la secuencia seguramente paso rapidismo, pero yo la vivi a cámara lenta.

Mis pies se despegaron de suelo y se fueron elevando mientras yo cogia el balón con dos manos, durante un tiempo infimo para todos pero eterno para mi vole hacia el aro y descargue con violencia toda esa energía que llevaba acumulada desde hacia meses, y lo hice contra el aro que vio como mis 95 kg de entonces (estar de baja me había hecho coger peso, pero quien pillara ahora esos 95) se dirigían hacia él.

Seguramente ese haya sido el mejor mate de mi vida, no el mas difícil, no el mas espectacular, pero si el mas especial, me quede allí colgado, 2 o 3 segundos, cogido del aro , con todo mi cuerpo en tensión, con los brazos doblados y agarrado a un aro que me quedaba por debajo de la cabeza, y la sensación era maravillosa, y lo era por una razón muy simple, había vuelto, tras meses parado, había vuelto y me había comido el aro.

Seguramente para el que lo viera, no fue mas que otro mate mas de un tio de 192, un mate relativamente sencillo aunque eso si repleto de fuerza y energía, y seguramente no fue mas que eso, pero para mi fue un reencuentro, un volver a estar, una especie de volver a nacer, un recordatorio de que aunque pasen cosas malas o negativas si te esfuerzas vuelves, y si lo haces con ganas, vuelves mucho mas fuerte.

Ese mate en un entreno es para mi una de esas jugadas que no olvidare nunca, y me he hecho muchos mates, en la rueda, en entrenos, incluso una vez pude hacerme uno en un partido, pero ese mate, ese mate en un entreno jamas se me olvidara, porque ese mate fue un grito a mi mismo, un grito que decía, HE VUEEEEEEEEEEEEEELTO, y he vuelto para comerme el aro, al rival o a quien haga falta, y es por ello que desde ese dia, cada vez que tengo dificultades pienso en ese mate, básicamente porque es el no rendirse, el no dejar de intentarlo y el no parar hasta conseguir lo que quiero.

Ese dia solo fue un mate, un grito, un he vuelto…pero fue mi mate, mi grito y mi he vuelto